Jornada Mundial de los Pobres
El próximo domingo celebraremos la VI Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el Papa Francisco en el año 2017. En su mensaje para esta Jornada, el Papa se inspira en la frase «Jesucristo se hizo pobre por ustedes», que san Pablo escribió a los cristianos de Corinto para animarlos a participar en la gran colecta organizada por él para ayudar a los pobres de la comunidad de Jerusalén que pasaban por graves dificultades debido a la carestía que azotaba a su país. Partiendo de la solidaridad de Dios con el género humano, por cuya salvación envío a su Hijo al mundo, el apóstol Pablo invitaba a los corintios a ser solidarios con sus hermanos que estaban pasando necesidad en esa región de Israel. Con esa misma frase, el Papa Francisco nos invita a ser también nosotros solidarios con nuestros hermanos más pobres. De esta manera, siguiendo las huellas del apóstol, Francisco nos recuerda que la comunión de bienes, es decir el compartir nuestros bienes con quienes lo necesitan, es el fruto de una comunión más profunda: aquella que, por Jesucristo, con Él y en Él, nos une a Dios nuestro Padre y nos une entre nosotros.
En efecto, haciéndose hombre y haciéndose pobre por nosotros hasta morir en la Cruz abandonado por todos, Jesucristo no sólo nos ha reconciliado con Dios sino que, con su resurrección, nos ha enviado el Espíritu Santo y nos ha congregado en su Iglesia, haciéndose uno con nosotros y haciendo de nosotros un solo cuerpo. Por ello, dice el Papa, «mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad», que consiste en «compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra». En otras palabras, la comunión de bienes es un don del amor misericordioso de Dios manifestado en Cristo Jesús, que hace posible que la fe, la esperanza y la caridad sean el fundamento de nuestro ser y nuestro obrar. No se trata, entonces, de cumplir con un mandamiento meramente externo o una norma moral o jurídica, ni de practicar un mero asistencialismo hacia los pobres, sino de un acto de amor entre los hermanos, porque así como el pobre necesita de quien tiene más que él, este necesita del pobre para no caer en la cárcel del egoísmo y el individualismo.
Sin embargo, algunas veces los cristianos caen en la tentación de apegarse al dinero, haciendo de él un fin y usando mal los bienes que poseen. Ante ello, nos alerta Francisco: «Nada más dañino le puede acontecer a un cristiano y a una comunidad que ser deslumbrados por el ídolo de la riqueza, que termina encadenando a una visión de la vida efímera y fracasada». Así, la Jornada Mundial de los Pobres que celebraremos dentro de pocos días es una buena ocasión para reflexionar sobre el valor que le damos al dinero y el modo en que nos relacionamos con los bienes y con nuestros hermanos. ¿A cuál de ellos le damos más importancia? ¿Prefiero tener más bienes y dejar que mis hermanos pasen necesidad? ¿Sería esa una actitud cristiana o manifestaría «una fe débil y una esperanza endeble y miope» como dice el Papa en su mensaje? De ser este el caso, pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de experimentar que «mayor alegría hay en dar que en recibir» (Hch 20,35).
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa