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Arequipa Mariana

Entre las celebraciones por el aniversario de la fundación española de Arequipa, destacan la colocación del estandarte arequipeño a los pies de la imagen de la Virgen María, en nuestra Catedral, y al día siguiente la Misa y Te Deum con la participación de las autoridades y el pueblo fiel. De esta manera se recuerda que, desde sus orígenes, la ciudad de Arequipa está íntimamente relacionada a la Virgen María, ya que fue fundada un 15 de agosto, día en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Asunción de María, es decir cuando la Virgen, concluida su vida en este mundo, fue elevada por Dios en cuerpo y alma a la gloria del Cielo. María, pues, ha estado siempre vinculada a nuestra ciudad y ha marcado nuestra identidad católica a lo largo de los siglos, como puede verse en las diversas advocaciones con que la veneramos en estas tierras, la más popular de las cuales en los últimos tiempos es la de nuestra “Mamita de Chapi”, que se ha unido a otras como la Asunta y la Candelaria, de larga data entre nosotros.

La devoción a la Virgen y el culto mariano, distinto de aquel que se rinde a Dios, tienen su fundamento en el testimonio de las Sagradas Escrituras y la más antigua tradición de la Iglesia. Desde sus inicios, el pueblo fiel ha dejado constancia de su amor filial a María, según consta en numerosísimas obras de iconografía, escultura, pintura, música y poesía, así como en los santuarios marianos que hay en todo el mundo, las peregrinaciones, los tratados de teología y documentos del magisterio de la Iglesia. Esta devoción se basa, entre otros, en cuatro atributos concedidos por Dios a la Virgen. Ella es la Madre de Dios que concibió por obra y gracia del Espíritu Santo, llevó en su seno, dio a luz y crió al Hijo de Dios. Es también Madre de la Iglesia, pues como tal nos la legó Jesús, en la persona del apóstol san Juan, antes de morir en la cruz. Es también corredentora del género humano, gracias a su íntima unión con Jesús, a quien no sólo introdujo en este mundo sino que acompañó a lo largo de su vida y se unió de un modo especialísimo en la pasión y muerte, ofreciendo a Dios sus propios sufrimientos, junto con los de su Hijo, por nuestra salvación. Finalmente, María es mediadora de todas las gracias, pues como afirmó san Bernardo, a través de ella, como de un “acueducto”, llegan a nosotros los dones de la salvación eterna.

Algunas veces los hijos somos ingratos con nuestras madres. No sabemos apreciar su amor y todo lo que han hecho y hacen por nosotros. Lo mismo nos puede pasar a los cristianos que, distraídos por los múltiples quehaceres de este mundo o por una supuesta “madurez espiritual”, nos podemos olvidar de que tenemos una Madre que desde el Cielo vela por nosotros. La Virgen María ha velado siempre y continúa velando por Arequipa. No tengamos reparo en acogernos a ella. Pongamos en su Corazón Inmaculado nuestros gozos y esperanzas, nuestras fatigas y tristezas, nuestros hogares y familias, el presente y el futuro de nuestra ciudad, y veremos que, aunque la hayamos dejado de lado durante algún tiempo, ella acudirá presurosa a nuestra llamada, porque una madre nunca se cansa de esperar y está siempre dispuesta a ayudar a sus hijos queridos.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa