Para vencer la muerte
Dentro de dos semanas, el Domingo de Ramos, comenzaremos la Semana Santa que concluirá con el Triduo Pascual y la solemne celebración de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Como nos dice el Papa Francisco en su mensaje para esta Cuaresma, «la resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la gran esperanza de la vida eterna e introduce, ya en el tiempo presente, la semilla de la salvación». De ahí la importancia de que pese a las dificultades por las que nos toca pasar en este mundo, las desilusiones que eventualmente experimentamos o las limitaciones de los medios con que contamos para afrontarlas, no caigamos en «la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás». Por el contrario, que la cercanía de la Pascua sea en estos días nuestro aliciente para poner nuestra fe y esperanza en el Señor y, así, continuar nuestro itinerario cuaresmal con «los ojos fijos en Jesús, que inicia y lleva a plenitud nuestra fe» (Hb 12,2); porque, como escribió el apóstol san Pablo: «Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más dignos de compasión de todos los hombres» (1Cor 15,19).
Cristo ha resucitado y en la Semana Santa que se avecina quiere hacer pascua con nosotros, es decir hacernos partícipes de su victoria sobre el mal, el pecado y la muerte y partícipes también de su vida inmortal. No nos dejemos vencer por el cansancio propio del itinerario cuaresmal, que tiene algo del desierto por el que el pueblo de Israel transitó cuarenta años antes de entrar a la tierra prometida y en el cual Jesús ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches (Mt 4,2). No caigamos, como lo hizo el pueblo de Israel, en la tentación de murmurar contra Dios y exigirle que haga nuestra voluntad. No diga de nosotros el Señor, como dijo de ellos: «Durante cuarenta años me asqueó aquella generación y dije: “es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino”» (Sal 95, 10). Más bien, como Jesucristo, combatamos contra las tentaciones del demonio, en la seguridad de que «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda la palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4).
Como dice el Papa Francisco en el mensaje que estamos comentando: «La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo». Es ilusorio pretender pasar por este mundo sin sufrir, como también lo es pensar que nos bastamos a nosotros mismos. No se trata de buscar el sufrimiento por sí mismo. Eso no sería cristiano. Se trata de ser realistas y aceptar que, tarde o temprano, el sufrimiento acaba tocando nuestras puertas y, llegado cierto momento, no podremos huir de él ni de la muerte. Como también dice el Papa: «Necesitamos orar porque necesitamos a Dios…nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte». Aprovechemos estos días que nos quedan de la Cuaresma para retomar la oración, si la hemos dejado, o para dedicarnos más a ella si la hemos descuidado.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa