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Campaña Electoral

Varios candidatos han comenzado su campaña para las elecciones regionales, provinciales y distritales que se llevarán a cabo el próximo 7 de octubre. Otros lo harán en las próximas semanas. Desde estas líneas agradezco y felicito a aquellos que, dejando de lado otras posibles ocupaciones y responsabilidades, han decidido seguir la llamada a aspirar a algún puesto de gobierno en la vida pública no para servirse a sí mismos sino para servir al bien común de la comunidad para la cual postulan y, desde ella, cooperar también en el bien común de la nación. A todos les deseo una buena campaña electoral, en la cual se dediquen fundamentalmente a presentar su plan de gobierno, es decir aquello que ofrecen hacer si ganan las elecciones y cómo piensan hacerlo. Les deseo también una campaña alturada, en la cual recojan las iniciativas y necesidades de la población y contrasten propuestas de un modo constructivo.

A los candidatos, y también a los electores y a los medios de comunicación, les pido evitar campañas reñidas con la ética y las buenas costumbres, y promover más bien campañas pacíficas y armoniosas. Corresponde a los candidatos presentar, además de planes de gobierno, su hoja de vida que refleje la realidad de su preparación y experiencia. Corresponde a los medios de comunicación difundir esos planes y hojas de vida, poniendo al alcance de sus usuarios los medios para que puedan emitir un voto consciente e informado y no un voto dirigido. Corresponde a los electores estudiar los antecedentes y propuestas de los candidatos y, por qué no, difundir los méritos de sus favoritos, e incluso los deméritos de quienes no lo son, pero siempre con objetividad y respeto y evitando insultos, palabras soeces y mentiras. Mucho nos ayudaría a todos dialogar o hasta discutir, pero con cordura, buena fe y buscando lo mejor para todos.

Para que este período electoral sea un medio para promover la amistad y la buena vecindad entre quienes habitan en una misma localidad, sería útil para candidatos y electores tener en cuenta lo que escribió el papa Francisco: “Necesitamos reconocer la ciudad – y podemos añadir la aldea o el pueblo (n. de r.) – desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad y justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa” (EG, 71).

Dios no nos ha creado para vivir en soledad ni aislados de los demás sino para compartir la propia vida con los otros, especialmente la familia y los vecinos del pueblo o la ciudad. Para hacerlo de modo que nos satisfaga a todos, es preciso organizarnos de modo razonable, respetar las leyes, promover la fraternidad y la comunión, saber vivir la unidad en la diversidad. Esto requiere superar el individualismo egocéntrico y empeñarse en relaciones interpersonales que hagan posible autocomprenderse como una comunidad en camino, cuyos miembros están llamados a ayudarse mutuamente para, sin dejar de lado las raíces de los antepasados que los unen, ser capaces de construir un futuro mejor para todos.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa