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Una visita especial

Dentro de pocos días celebraremos la Navidad. A diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, en el Perú la Navidad se celebra en un contexto bastante favorable. Estamos terminando el año y los estudiantes, niños, adolescentes y jóvenes, que conforman una parte considerable de nuestra población, han concluido las clases y están de vacaciones. No hay la tensión propia del tiempo escolar con sus tareas, exámenes y otras actividades. Al mismo tiempo, siendo un país mayoritariamente cristiano, en las casas, locales comerciales, centros de trabajo y hasta en las calles se ponen los adornos correspondientes, y los días previos ya nos comenzamos a desear unas felices fiestas. Así, todo ayuda a crear un clima festivo y facilita que nos preparemos bien para celebrar la Navidad.

Sin embargo, no es menos cierto que esa preparación puede también crear ciertas tensiones y, si no estamos atentos, distraernos de lo esencial de esta fiesta. Por ejemplo, hay que definir en la casa de cuál de los familiares se va a celebrar la Noche Buena, y la familia anfitriona se tiene que hacer cargo de que todo esté listo para recibirlos. Los niños, y por lo general también los adultos, esperan que les demos algún regalo y, por tanto, hay que ir a comprar varios regalos. La publicidad de no pocas firmas comerciales crea como una sensación de necesidad de gastar dinero en regalos. Los centros comerciales se llenan de gente, el tráfico aumenta y, si nos descuidamos, llegamos a la Noche Buena totalmente estresados. Tal vez muy bien preparados por fuera, pero nada preparados por dentro. Reducimos la Navidad a algo externo, superficial y perdemos de vista la verdadera causa y sentido de la fiesta.

Ante este peligro, resulta de particular importancia que estos días recordemos y tengamos muy presente que la Navidad no es una celebración comercial ni un mero feriado laboral. No son sólo unos días de vacaciones o de intercambio de regalos con los seres queridos. El centro de la Navidad es el nacimiento del Hijo de Dios, es decir, Dios mismo que se hace hombre y viene al mundo con la misión concreta de dar su vida por nosotros, para habitar con nosotros y en nosotros. Los evangelios dicen que la primera vez que Jesús vino al mundo, hace algo más de dos mil años, los suyos no lo recibieron y tuvo que nacer en un establo, pero a aquellos pocos que lo recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios. Esto mismo se repite cada año y también en esta Navidad sucederá que muchos no recibirán a Jesús porque estarán distraídos en otros asuntos, asuntos mundanos como los llama el Papa Francisco. Habrán otros, en cambio, que sí lo recibirán. La pregunta es: ¿en qué grupo estará cada uno de nosotros? Ojalá que todos seamos lo suficientemente inteligentes y en estos días que faltan nos preparemos sobre todo para recibir esta visita especial, la visita de Jesús, y que recibiéndolo podamos también llevarlo a cuantos viven en dificultad. Sólo así la Navidad será una verdadera fiesta y dejará en nosotros unaalegría duradera. El gozo que sólo Dios nos puede dar.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa