Navidad: Fiesta de Misericordia
“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros”. Con estas palabras, el profeta Isaías anunció, con varios siglos de anticipación, la llegada del Mesías, el nacimiento del Hijo de Dios que celebramos en cada Navidad. Dios mismo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, se ha hecho hombre y ha venido al mundo para librarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna. Como dijo el Papa Francisco en la Misa de Navidad del año pasado: “La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría”. La celebración de la Navidad produce gozo y alegría en quien abre su corazón a este Niño Dios que no viene a arrebatarnos nada, como temía Herodes que le quitara su reino, sino que viene a hacernos partícipes de su reinado y su soberanía.
Para muchas personas la celebración de la Navidad se queda en el plano afectivo. Es cierto y es bonito que, por lo general, la Navidad está vinculada a la familia. Es una fiesta familiar y nos sirve para estrechar los vínculos que nos unen con las personas que más queremos, para expresarles nuestro cariño. Es cierto y bonito también que la contemplación de un niño recién nacido nos mueve a la ternura y el afecto. Todo eso está muy bien, pero no sería suficiente quedarnos sólo en la dimensión afectiva, sentimental, que muchas veces es incluso superficial. La Navidad es mucho más que eso. Marca la llegada de la plenitud de los tiempos y nos hace presente la paciencia y la misericordia de Dios para con nosotros. Como también dijo el Papa, la Navidad “nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción”. Al hacerse hombre, Dios nos da una prueba irrefutable de su amor incondicional para con nosotros. Él asume nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos y angustias, nuestros anhelos y esperanzas. Dios viene para hacerse uno con nosotros. Asume nuestra naturaleza humana para hacernos partícipes de su naturaleza divina.
Celebramos esta Navidad en el marco del Jubileo Extraordinario de la Misericordia al que nos ha convocado el Papa; y así como en cada diócesis del mundo Dios ha abierto para nosotros la Puerta de la Misericordia, Él nos invita a abrir de par en par la puerta de nuestro corazón a Cristo y a dejarnos amar gratuitamente por Él. Sólo en la medida en que nos acojamos a la misericordia de Dios y la experimentemos en nuestra propia vida, podremos también nosotros ser misericordiosos con los demás. “Misericordiosos como el Padre” es el lema que el Papa nos ha propuesto para el Año Santo que estamos comenzando. Pidámosle a la Virgen María y a San José que, así como ellos acogieron a Jesús y de ese modo lo introdujeron en el mundo, también nosotros lo acojamos en esta Navidad y lo introduzcamos, con nuestra propia vida, en los ambientes en los que vivimos, haciéndolo presente con nuestras obras de misericordia especialmente a aquellos que más sufren en el cuerpo o en el espíritu. ¡Feliz Navidad para todos!
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa