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La lucha de la contemplación

Comenzamos la tercera semana de Cuaresma, tiempo de gracia que Dios nos da para prepararnos para la Pascua, fiesta de nuestra liberación, y queremos seguir avanzando guiados por el mensaje del Papa Francisco para este camino cuaresmal del presente año. Como recordarán, en las dos semanas anteriores el Papa nos invitaba a tomar conciencia: la primera semana, tomar conciencia de que, más allá de nuestras buenas intenciones o deseos, permanece en nuestra naturaleza humana cierta inclinación hacia el pecado, una debilidad ante las tentaciones del mal; y la segunda semana, tomar conciencia de que Dios no se queda indiferente ante esa realidad nuestra, sino que, movido por su amor, ha tomado la iniciativa de venir a salvarnos. Así como hace más de 3,500 años Dios bajó del cielo para liberar al pueblo de Israel que estaba esclavo en Egipto, también en este tiempo de Cuaresma Él viene a buscarnos para liberarnos de la esclavitud del demonio, que es mucho más funesto que el faraón y que tantas veces nos impide hacer el bien que queremos y terminamos haciendo el mal que no queremos (Rom 15,21; Heb 2,14-15).

Tomada conciencia de esas dos realidades, en esta tercera semana de Cuaresma podemos dar un siguiente paso hacia la Pascua. Guiados siempre por el mensaje del Papa que estamos comentando, en esta semana nos toca emprender lo que Francisco llama «una lucha»; porque si bien Dios viene a salvarnos por amor, sin que nosotros nos demos cuenta el demonio nos dice que eso no es verdad y que la felicidad no está en hacer la voluntad de Dios sino en «sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás…apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas», en el fondo vivir para nosotros mismos, darnos gusto en todo, procurar el placer a toda costa, evitar cualquier sufrimiento por mínimo que sea, y al final terminamos distanciándonos de Dios y de los demás.

En ese contexto, la lucha a la que nos exhorta el Papa comienza por desacelerar un poco el ritmo de vida tan rápido que solemos llevar a lo largo del año y dedicar tiempo a la contemplación de Dios y del prójimo. Nos dice Francisco: «La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud». Pero, ciertamente, desacelerar nuestro ritmo de vida no es fácil; como tampoco lo es salir de la cárcel del yo para pasar a la libertad del tú de Dios y del prójimo. Por eso, el Papa nos recuerda las armas que la Iglesia nos da para combatir en esa lucha por la liberación que Dios desea realizar en nosotros en la Pascua para la que nos estamos preparando. Son las armas de siempre, sumamente eficaces, pero que muchos las pueden tener olvidadas: oración, ayuno y limosna, sobre las cuales hablaremos, Dios mediante, la próxima semana.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa