+51·54·214778   comunicaciones@arzobispadoarequipa.org.pe

El valor de la paz

Ante la violencia fratricida que se ha desatado en nuestro país, con los obispos del Perú quisiera expresar «nuestras más sinceras condolencias a los familiares de los hermanos fallecidos y nuestra cercanía espiritual a los heridos. Lamentamos que estos hechos se hayan producido, por un lado, como consecuencia de desnaturalizar el derecho a la protesta, recurriendo a la ilegalidad, y por otro, por el uso desmedido de la fuerza» (Comunicado, 9.I.2023). La doctrina social de la Iglesia reconoce la legitimidad de las manifestaciones públicas de protesta con la finalidad de obtener, por medio de la presión, mejoras en la situación social, pero sólo «después de haber constatado la ineficacia de todas las demás modalidades para superar los conflictos» y siempre y cuando no vaya acompañada de violencia (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, n. 304). Enseña también que el ejercicio del derecho a la legítima defensa debe respetar los límites de la necesidad y la proporcionalidad, y que el uso de la fuerza sólo es moralmente lícito cuando «los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces» y «no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar» (500-501).

Como dijo san Juan Pablo II: «la violencia es un mal…es inaceptable como solución de los problemas…es indigna del hombre…es una mentira…destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano» (Discurso en Irlanda, 29.IX.1979). Es lamentable que, aprovechando legítimas manifestaciones públicas de descontento social, se infiltren personas cuyo único objetivo es destruir no sólo la propiedad pública y privada sino el mismo entramado de nuestra sociedad y nuestra ya débil democracia. Con palabras del Papa Francisco, podemos decir que para ellos: «La mejor manera de dominar y avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores…se utiliza el mecanismo de exasperar, exacerbar y polarizar…de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte…donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir» (Fratelli tutti, 15-16).

Como también hemos dicho hace unos días los obispos del Perú: «No podemos regresar a las épocas oscuras del terror que enlutaron a nuestro país durante veinte años. Esta situación merece el enérgico y contundente rechazo de todos, y reafirmar con suma urgencia el llamado imperativo de ¡no a la violencia, venga de donde venga! (Mensaje, 10.I.2023). Merece también que todos los peruanos de buena voluntad nos empeñemos en volver a instaurar la paz en nuestra nación y trabajemos juntos en la construcción de una sociedad basada en la justicia y la caridad; porque «la paz se construye día a día en la búsqueda del orden querido por Dios y sólo puede florecer cuando cada uno reconoce la propia responsabilidad para promoverla» (Compendio de DSI, 495). Es urgente que cuantos amamos a nuestra patria vivamos y difundamos la paz como un valor a cultivar en todas nuestras relaciones, respetando la dignidad de cada persona y promoviendo el diálogo que haga posible orientar nuestra convivencia hacia el bien común. Recemos por nuestro Perú.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa