+51·54·214778   comunicaciones@arzobispadoarequipa.org.pe

La finalidad de la historia de los cristianos

Nos acercamos al final del año y, como es habitual, a través de las lecturas de la Misa de estos días la Iglesia nos recuerda la finalidad de la historia y de la existencia de los cristianos. Así, en el evangelio de este domingo escuchamos a Jesús anunciar que «llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida» (Lc 21,6) o, como lo dijo en otro momento, «el cielo y la tierra pasarán» (Mt 24,35). Pero antes de que eso suceda, nos dice también el Señor este domingo, «habrá guerras, grandes terremotos, pestes y hambre» (Lc 21,9-11). Pareciera que Jesús está hablando de nuestros días y, en efecto, lo está haciendo porque la historia de la humanidad ha estado siempre marcada por este tipo de calamidades. También en nuestros días.

Desde que Adán y Eva creyeron en el engaño del demonio y rompieron la comunión con Dios, la humanidad ha quedado dividida: Caín mata a su hermano Abel y, a partir de entonces, los hombres no han dejado de matarse a lo largo de los siglos. Hoy la guerra desatada por Rusia con la invasión a Ucrania ocupa un lugar en los noticieros, pero no es la única. Hace muchos años hay guerras fratricidas en el Medio Oriente y en África, las cuales ya casi ni se mencionan en las noticias, pero han llevado al Papa Francisco a decir varias veces que nos encontramos en una “tercera guerra mundial a pedazos”, o sea distribuida en diversos lugares geográficos. Lo mismo sucede con el hambre: miles de millones de personas en el mundo, incluidos niños y ancianos, carecen de los alimentos necesarios y viven en condiciones infrahumanas. Podríamos mencionar también el calentamiento global, las consecuencias de la sobre explotación de los recursos naturales y los efectos de la “peste” del covid-19, cuyas secuelas las pagan sobre todo las poblaciones más pobres. Todo esto es consecuencia del pecado, porque cuando el hombre rompe la comunión con Dios la termina rompiendo también con el prójimo y con la entera creación.

Esa es la historia de la humanidad. Y cuando la Iglesia alza la voz para iluminar esta realidad de injusticia y muerte y llamar a la humanidad a renunciar a los ídolos de este mundo y volver a Dios, es incomprendida y se cumple en los cristianos las otras palabras de Jesús en el evangelio de este domingo: «los perseguirán…matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán a causa de mi nombre» (Lc 21,12-17). Pero no termina ahí el Señor, sino que concluye diciendo: «Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,18-19). Esta es la finalidad de la historia y de la existencia de los cristianos, a las que me he referido antes. Como lo dijo hace unos años el Papa Francisco: «La fe nos hace caminar con Jesús por las sendas de este mundo, muchas veces tortuosas, con la certeza de que el poder de su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios. El amor es superior, es más poderoso que el mal, porque es Dios» (Angelus, 17.XI.2019). La finalidad de la historia y de la existencia de los cristianos es hacer posible que el amor de Dios se vaya extendiendo en el mundo.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa