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Pequeño rebaño

«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino» (Lc 12,32). Las palabras con que comienza el evangelio de este domingo fueron dichas por Jesús a los discípulos que por entonces lo seguían y hoy nos las dice a nosotros. Nos llama «pequeño rebaño». El término «rebaño» es usado varias veces en el Antiguo Testamento para referirse a una precisa acción de Dios en la historia. Por ejemplo, a través del profeta Ezequiel, Dios anunció: «Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré. Como cuida un pastor a su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño…Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar» (Ez 34,11-15); y a través de Jeremías anticipó: «Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas» (Jer 23,3). Estas y otras profecías similares se cumplieron en Jesucristo, quien dijo de sí mismo: «Yo soy el Buen Pastor…yo doy mi vida por las ovejas» (Jn 10,11.15). Así, al llamarnos «rebaño», Jesús nos revela que la Iglesia está compuesta por personas buscadas y reunidas por el mismo Dios para “apacentarnos”, es decir cuidarnos, alimentarnos y conducirnos a través suyo.

Después veremos a dónde nos conduce el Señor. Antes debemos detenernos en el adjetivo «pequeño» con el que Jesús califica a su «rebaño». Este adjetivo puede entenderse como referido a la cantidad de discípulos de Jesús, que numéricamente eran pocos en el momento en que dijo estas palabras y hoy, aunque en cantidad mucho mayor, seguimos siendo pocos en comparación con la población mundial (30% si consideramos a todas las confesiones cristianas y 15% si consideramos sólo a los católicos). Pero el adjetivo «pequeño» nos revela también algo más profundo sobre la concepción de Jesús respecto a su Iglesia. Con más claridad lo encontramos en los pasajes en que Él mismo dice que es necesario hacerse pequeño para entrar en el Reino de los Cielos (Mt 18,4), porque es estrecha (pequeña) la puerta que lleva a la vida eterna (Mt 7,14). Así, la frase que estamos comentando nos dice que Dios nos ha reunido como a un rebaño, compuesto por “pequeños”, para ser guiados por Jesús hasta ese Reino que el mismo Dios, nuestro Padre, ha tenido a bien darnos.

Jesús, siendo Dios, se hizo pequeño por nosotros (Fil 2,6-8). «Las huellas de Cristo son el camino hacia el cielo» dijo san Clemente de Alejandría en los inicios del siglo III, haciéndose eco de las palabras de san Pedro: «Cristo padeció por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas» (1Pe 2,21). «Maltratado…como cordero llevado al matadero» (Is 53,7), Jesús ha inaugurado «el camino nuevo y vivo» que conduce al Reino de los Cielos (Hb 10,20). Transitarlo requiere ser pequeño y manso como Él (Mt 10,16; Rm 8,36), no pretender «tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación» - sea en el hogar, el barrio o la sociedad - sino «privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos» de paz y comunión (Papa Francisco, EG 223ss). «El Señor de la Pascua, que en Getsemaní pidió a los discípulos que renunciaran a la violencia» (Francisco, Discurso, 30.VII.2022), nos hace el mismo pedido a nosotros hoy: «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien».

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa